Hay animales que parecen llevar el mundo sobre sus espaldas. No porque lo hayan elegido, sino porque les ha tocado vivir situaciones donde solo pudieron defenderse. Esta es la historia de una cerda rescatada en Mallorca. Una cerda con carácter fuerte, con heridas invisibles… pero también con una mirada dulce, de esas que no se olvidan.
La acogió una chica increíble, que vive en una casa maravillosa llena de vida y de animales cuidados con mimo, con respeto y libertad. Allí, entre árboles, perros, gatos, gallinas y otros compañeros, esta cerda no lograba encontrar la paz con otra de su misma especie. La molestaba, la mordía, la acosaba. No la dejaba descansar. Y la situación se repetía una y otra vez.
¿Y si la escuchamos?
Mi mentora Jeannette me propuso hacerle una sesión de zoofarmacognosis durante una de nuestras prácticas presenciales. Yo, lo admito, tuve mis dudas. No era una especie con la que hubiera trabajado, y no sabía si sería receptiva. Pero mi mentora, como siempre, solo me dijo: confía.
Y confié.
Primero hicimos una sesión dentro de la casa a su compañera —la que recibía los ataques. Ella respondió muy bien, tranquila, presente. Pero la cerda protagonista… no quiso entrar. Se quedó fuera. Observando. Pero sin participar.
Así que cambiamos el espacio. Fuimos al jardín, justo debajo de uno de sus árboles favoritos. Y ahí, como si todo encajara de pronto, ella se acercó. No de golpe, no confiada. Pero paso a paso, fue olfateando, probando, eligiendo. Hicimos la sesión con calma, sin expectativas. Ella marcó el ritmo. Y al final, simplemente se tumbó debajo del árbol, en silencio, con nosotras.
Fue uno de esos momentos en los que el cuerpo se relaja, el ambiente cambia, y entiendes que algo se ha movido por dentro.
Pero esto no es magia
Durante los días siguientes, la cerda dejó de atacar a su compañera. El cambio fue evidente. Pero también fue temporal.
Con el tiempo, volvieron algunos episodios de agresión. No con la misma intensidad, ni frecuencia. Pero volvieron. Porque esto no va de hacer una sesión y esperar milagros. Va de acompañar procesos, de volver a ofrecer, de observar, de ajustar. A veces con sesiones cada semana, a veces con recordatorios diarios, a veces con cambios en el entorno o en la rutina. Porque las emociones profundas no desaparecen en una sola sesión, por muy potente que sea.
Hoy, las dos cerdas conviven sin violencia. No son amigas íntimas, pero se toleran y se respetan. Y eso, ya es un gran paso. A veces, eso es todo lo que necesitan.
Zoofarmacognosis en cerdos
Aunque no es una especie habitual en sesiones, los cerdos son animales extremadamente sensibles, inteligentes y con un olfato muy fino. Cuando se les ofrece un espacio amable, sin presión, también pueden elegir lo que necesitan. Esta historia es prueba de ello.
¿No sabes qué es la zoofarmacognosis?
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