En una hípica diferente, donde los caballos no solo trabajan sino que viven con dignidad, hay uno muy especial. Su mirada habla de fuerza, pero también de heridas pasadas. De haber trabajado durante años sin descanso. De no haber tenido opción.
Este es un caballo espectacular, uno de esos que imponen por presencia pero conmueven por dentro. Fue rescatado tras una vida de trabajo duro, probablemente explotado, como tantos. Pero su historia no acaba ahí. Ahora vive en un lugar donde se respira cuidado real. Sale al campo, corre libre, lo observan, lo escuchan. Le hacen vaporizaciones suaves de agua para ayudarle con su EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), una condición que limita su capacidad respiratoria y requiere mucha atención.
Y desde hace poco, hemos empezado a ofrecerle algo más: zoofarmacognosis aplicada.
Un nuevo lenguaje: las sesiones conscientes
No se trata de poner aceites o hierbas al azar. No se trata de aplicar algo y ver qué pasa. Se trata de preguntar sin palabras y observar con el alma.
Las sesiones con él han sido lentas, tranquilas, sin exigencias. Simplemente ofreciendo y esperando. Un espacio para que sea él quien decida, como nunca antes le dejaron hacer.
Presentamos diferentes remedios naturales, sin presión, dejando que elija lo que su cuerpo necesita. Entre ellos, uno brilló con luz propia: la ravintsara.
El encuentro con la ravintsara
Desde el primer momento que le presentamos el aceite esencial de ravintsara, algo cambió. Se acercó con interés. Lo olfateó, lo inhaló profundamente… y entonces levantó el belfo superior, enseñó ligeramente los dientes y mantuvo esa postura unos segundos.
Estaba haciendo el reflejo de Flehmen, un gesto instintivo que los caballos utilizan para “leer” los olores más profundamente a través del órgano vomeronasal. Es su forma de decir: esto me interesa, quiero saber más.
Volvió varias veces. No hubo duda: esa planta hablaba su idioma interno.
La ravintsara (Cinnamomum camphora QT cineol) es conocida por sus propiedades respiratorias. Ayuda a abrir el pecho, a calmar la inflamación, a limpiar los pulmones. Pero también tiene algo más: una energía amable, clara y reconfortante. No es invasiva, no abruma. Es como un soplo de aire fresco… justo lo que él necesitaba.
Desde entonces, la incluimos de forma puntual, cuando él la busca, cuando la vuelve a pedir. A veces solo se acerca, la huele unos segundos, y se va. Otras se queda un buen rato con ella. Y está bien así. Porque lo importante no es que “usemos” nada, sino que él pueda elegir.
Respirar, por fin, en paz
A través de la ravintsara, este caballo ha empezado a vivir una nueva relación con su cuerpo. Ya no es solo el caballo que arrastró cargas o que padece una condición crónica. Es un ser que vuelve a respirar desde otro lugar. Que es observado, acompañado, honrado.
Estas sesiones no curan el EPOC. No hacen milagros. Pero ofrecen alivio, autonomía, y sobre todo respeto. Y eso, para alguien que ha sido usado toda su vida, es sanación profunda.
En su última sesión, una vez respiraba con más tranquilidad, nos pidió el aceite de tilo. Se quedó con él muchísimo rato. Fue suave, silencioso, casi meditativo. Como si el cuerpo, ya más relajado, le diera permiso para trabajar también lo emocional.
Y nosotros simplemente estuvimos ahí, sosteniendo el espacio, respetando su ritmo.
¿Qué es la zoofarmacognosis aplicada?
Si nunca has escuchado hablar de esta terapia, puedes leer más sobre ella aquí: